Fidel Castro sobre el terrorismo: “Crímenes como esos no se pagan con nada”

El 6 de octubre de 1976 ocurrió uno de los actos terroristas más dolorosos vividos por el pueblo cubano: el crimen de Barbados; que provocó la muerte de 73 personas de ellos 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco coreanos. Al referirse aquel acto bárbaro y brutal, Fidel Castro dijo: “Fue un golpe muy duro para todos”.
Desde el triunfo de la Revolución, Cuba ha sido objeto de ataques a barcos, a tiendas, a hoteles, aviones e instalaciones costeras, embarcaciones pesqueras, introducción de epidemias, atentados a oficinas y personal cubano en el exterior, incluida sedes diplomáticas. Son innumerables y han costado la vida a personas inocentes.
Cada 6 de octubre se conmemora en el país el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado en honor a los pasajeros y tripulantes de la nave siniestrada y a los más de 3 400 fallecidos por actos financiados y auspiciados por los Gobiernos norteamericanos.
El crimen de Barbados se comete para vengarse de una revolución
A un año de aquel horrendo crimen, por iniciativa del Comandante en Jefe se inauguró la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) en tributo a los fallecidos y como ejemplo imperecedero del papel de la Revolución, donde manifiesta:
“¿Cómo recordarlos? Y pensando precisamente que en el accidente había perecido el equipo de esgrima, lo que contribuyó a profundizar el dolor de nuestro pueblo teniendo en cuenta la extraordinaria juventud de aquellos muchachos, pensábamos que un homenaje digno para todos, y muy simbólico, sería inaugurar en el día de hoy esta escuela de iniciación deportiva, que llevará el nombre de Mártires de Barbados.
(…) Cada año que pase —este es el primero—, habrá en la opinión nacional e internacional más condenación a aquel repugnante hecho. Cada día son más las personas que, en la perspectiva del tiempo, valoran y condenan más profundamente la cobardía de aquel acto.
Tales crímenes no podían surgir más que de la mente enferma, resentida y desesperada de los agentes y de los terroristas educados y formados por el imperialismo. Este los enseña a matar. Ellos, los imperialistas, los prepararon para cometer este tipo de vergonzosas fecharías. Les enseñaron los medios, las técnicas del crimen, los mantuvieron, les dieron los recursos económicos y materiales para perpetrar esos hechos.
Saben perfectamente bien lo que les ocurrió cuantas veces se atrevieron a atacar frontalmente la Revolución; lo que les ocurrió en el Escambray, lo que les ocurrió en Girón, cada vez que se enfrentaron con hombres y mujeres armados. Pero en este caso no estaban luchando contra hombres armados; estaban luchando contra personas totalmente desarmadas, ajenas a la agresión que les esperaba, utilizando explosivos para destruir en pleno vuelo un avión.
No fue solo nuestro pueblo, la conciencia de todo el mundo progresista, y de todas las personas honradas de la Tierra, se levantó para condenar aquel monstruoso acto”.
Reflexiona sobre el castigo que merecen y se cuestiona por qué los asesinaron:
“Claro que no recibirán el castigo que merecen. Quizás los condenen a algunos años de cárcel. Pero si los fusilaran una vez, tampoco pagarían el crimen. Si los fusilaran cien veces, mil veces, tampoco sería castigo suficiente para la magnitud del crimen que cometieron. Crímenes como esos no se pagan con nada.
Hay un campo, sin embargo, en que los pueblos se pueden resarcir de heridas tan profundas. Y hay un castigo para los contrarrevolucionarios peor que todos los demás castigos, y es la propia Revolución, sus esfuerzos, sus éxitos, su marcha victoriosa. Hay un castigo para los criminales mayor que ningún otro, y es cuando el crimen que pensaron convertir en un arma para desalentar al pueblo, para atemorizar al pueblo, se convierte en energía para el pueblo, en fuerza para el pueblo, y en la multiplicación del valor del pueblo. Hay un castigo al que no se resignarán jamás: la derrota de sus ideas. Porque unos pocos criminales autores directos no son más que simples agentes de la mala causa y de las ideas reaccionarias que representan.
¿Por qué asesinaron a esos trabajadores? ¿Por qué asesinaron a esos jóvenes? Porque ellos simbolizaban la Revolución, eran frutos de la Revolución. Fue una venganza baja y cobarde contra la Revolución, porque la Revolución acabó con los privilegios, acabó con los abusos, con las injusticias, acabó con la explotación del hombre por el hombre; trajo la libertad y la dignidad al pueblo, este pueblo que era propiedad de los imperialistas, que era propiedad de una pandilla de burgueses y de terratenientes, y que vivía sometido al yugo de gobernantes corrompidos, represivos y sangrientos, representantes de esos intereses.
(…) Pero quizás lo más repugnante y doloroso de hechos como el que hoy conmemoramos, es que si al principio mataban para impedir la Revolución, casi puede asegurarse que el crimen de Barbados se comete para vengarse de una revolución”.
La verdad siempre se abre paso más tarde o más temprano
Fidel Castro durante la inauguración del monumento a los mártires de Barbados en un emotivo acto frente a la Bahía de Payne, sitio más próximo al lugar donde desapareció la nave en el mar, hace un análisis de los involucrados en el sabotaje:
“El mismo día del hecho, la policía de Trinidad Tobago detuvo a los dos mercenarios venezolanos que perpetraron el crimen siguiendo instrucciones de terroristas de origen cubano vinculados a la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos y a la extrema derecha de Miami.
Cuarenta y ocho horas después del sabotaje, las autoridades de Barbados confirmaron que la caída de la aeronave había sido causada por un atentado terrorista.
Nueve días después del crimen fueron detenidos en Caracas sus dos autores intelectuales y organizadores: Luis Posada Carriles y Orlando Bosh. Ambos tenían un largo y conocido historial de acciones contra la Revolución cubana, en su condición de agentes preparados, organizados, financiados y controlados por la CIA.
A pesar del proceso de instrucción concluido por una digna jueza venezolana, en el que quedaba probada la participación de los cuatro detenidos en el repugnante hecho, los criminales no fueron enjuiciados y la valiente jueza fue separada a la fuerza de la causa.
En 1985 la CIA, con el concurso de la llamada Fundación Nacional Cubano Americana de Miami, logró sacar de la cárcel venezolana al responsable principal de tan repugnante crimen: Luis Posada Carriles. Días después aparecía en la base aérea de Ilopango en El Salvador, trabajando para el coronel Oliver North, asesor del presidente Reagan, y bajo la dirección de la Casa Blanca en el suministro de armas para la guerra sucia contra Nicaragua, obtenidas mediante la mundialmente famosa operación Irán-contras.
A mediados de 1987 se escribió una de las páginas más bochornosas de la historia de la justicia venezolana: la absolución mediante presión y soborno del otro autor intelectual del horrendo crimen, que hoy reside con todas las garantías y honores en la ciudad de Miami.
Posada Carriles, después de su tarea en Centroamérica al servicio de la Casa Blanca y de la CIA, pasó a ser el principal organizador de los actos terroristas contra Cuba, responsable directo de los ataques dirigidos contra los hoteles de La Habana realizados en 1997 y de los planes sistemáticos de atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución cubana, financiados por la llamada Fundación Nacional Cubano Americana, con la incuestionable tolerancia y complicidad de las autoridades de Estados Unidos”.
Casi finalizando sus palabras afirma: “Lo que nunca podrán imaginarse aquellos que cometen grandes crímenes contra los pueblos en la embriaguez de su impunidad y en el carácter efímero de su poder, es que la verdad siempre se abre paso más tarde o más temprano”.
Fuentes:
- Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Inauguración de la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) de la provincia Ciudad de la Habana, 6 de octubre de 1977
- Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la inauguración del Monumento a las víctimas de Barbados, el día 1 de agosto de 1998