La determinación de independencia o muerte en el alma de La Demajagua

Miércoles, Octubre 11, 2023 - 10:43
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10 de octubre

Hace 155 años Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo, abogado bayamés, inició las guerras de independencia de Cuba, al proclamar el 10 de octubre de 1868, su determinación de independencia o muerte, y liberar a sus esclavos e invitarlos a unirse, como iguales, en la lucha.

Desde el amanecer de ese día acordado, 36 independentistas bayameses, que habían sido convocados a concentrarse la noche del 9, tomaron sus armas en el ingenio La Demajagua.

Enarbolaron la bandera, la primera de la República en Armas, que la joven independentista manzanillera Candelaria Acosta Fontaigne, conocida como Cambula, había confeccionado horas antes a pedido de Céspedes y diseñada por él.

Ese mismo día, Céspedes, como General en Jefe, nombra a Bartolomé Masó, segundo jefe de las fuerzas libertadoras, por considerarlo el más capaz para sustituirlo y llevar a cabo la ingente obra de la redención de la Patria.

Céspedes y Masó firmaron el Manifiesto, en el cual se hacía conocer al mundo la causa que impulsaba a los cubanos a levantarse en armas contra la metrópoli española, proclamando la independencia de Cuba. Alrededor de la una de la madrugada partieron de La Demajagua hacia la Sierra de Naguas, considerada un lugar adecuado para esperar la incorporación de los grupos alzados en varios lugares de esa región oriental.

El ya bautizado Ejército Libertador marcha en dirección al poblado de Yara, pasando por San Francisco, El Rosario y San Luis, y acampó en Palmas Altas, donde Céspedes dio la libertad a los esclavos que se le unían.

A las cuatro de la tarde del día 11 emprendieron de nuevo la marcha. A las cinco sonaron los primeros disparos en una escaramuza sin resultados, haciendo alto en Caobita, a poca distancia de Yara.

Céspedes y Masó, con su ejército de 120 hombres, de los cuales solo 36 iban armados, avanzaron de inmediato sobre el pueblo, con la intención de pernoctar allí, sin conocer que entró al poblado una columna española pedida a Bayamo por el gobernador de Manzanillo.

Lo que iba a ser el primer triunfo de las armas cubanas se convirtió en su primer desastre. Un centenar de soldados españoles y 25 hombres de caballería se atrincheraron sigilosamente en distintos lugares del pueblo, alrededor de la plaza en espera de los cubanos insurrectos.

A las ocho de la noche, la tropa revolucionaria entró confiada a Yara, con el grito de ¡Viva Cuba libre!, y fueron sorprendidos por el fuego de los españoles atrincherados en casas y azoteas.

Retrocedieron en desorden y Céspedes, Masó, Ángel Maestre, que llevaba la bandera, y un grupo de valientes patriotas respondieron el fuego, retirándose después, sin ser perseguidos.

Con Céspedes permanecieron en el lugar 12 hombres y el abanderado. Cuando alguno exclamó: «Todo se ha perdido», Céspedes contestó en el acto: «¡Aún quedamos 12 hombres, basta para hacer la independencia de Cuba!».

Comenzaba así la Guerra de los Diez Años (1868-1878). La insurrección inicial fue el motor impulsor que transmitió suficiente energía a los posteriores levantamientos de Oriente, Camagüey y Las Villas, que trataron de dar carácter nacional a la lucha armada, y unir a blancos y negros en ideales y sacrificios.

En el siguiente siglo, 88 años después, tras la emboscada en Alegría del Pío, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando se reencontró con Raúl, el 18 de diciembre de 1956, a pocos días del desembarco del Granma, ocurrido el 2 de diciembre del mismo año, exclamó igual que Céspedes, convencido de la futura victoria: «¡Ahora sí ganamos la guerra!». Esta vez los rebeldes sí lograron la independencia de Cuba.

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